El caso de la monja Maricica Irina Cornici, de 23 años, quien murió durante una práctica de exorcismo en la que fue atada a una cruz durante tres días, ha estremecido a Rumania.La monja murió la semana pasada en un convento del noreste de Rumania después de permanecer atada a una cruz, amordazada con una toalla y sin comida durante tres días, dijeron las autoridades. Un monje rumano y cuatro monjas fueron acusados del asesinato. Daniel Petre Corogeanu, el monje detenido, ha permanecido desafiante, insistiendo que trataba de quitarle el diablo del cuerpo a Cornici.
Corogeanu, de 29 años, y cuatro monjas, fueron acusados el miércoles de asesinato agravado y privación ilegítima de la libertad de una persona. De acuerdo a las investigaciones, Cornici oyó que el diablo le hablaba, y le decía que era una pecadora. Al principio, se pensó que sufría de esquizofrenia, pero cuando sufrió una recaída, el monje y las cuatro monjas intentaron un método diferente: el exorcismo. El caso ha desconcertado a esta empobrecida nación. Las encuestas indican que la iglesia ortodoxa es la institución más respetada del país. Cornici, que creció en un orfanato luego que su padre biológico se suicidó, fue ingresada en abril en un hospital psiquiátrico, en la ciudad de Vaslui, al noroeste de Rumania. "Ella creía que el diablo le estaba hablando y que le había dicho que era una pecadora", dijo Gheorghe Silvestrovici, un psiquiatra que la trató. "Es un síntoma de esquizofrenia, y posiblemente estaba sufriendo su primer episodio".
La monja recibió medicación y fue dada de alta el 20 de abril. Fue puesta al cuidado del convento de la Santísima Trinidad, en la cercana población de Tanacu. Se pensó que retornaría en 10 días, pero nunca lo hizo. Corogeanu, un monje de barba roja que trabajaba como sacerdote del convento y al parecer encabezó el ritual de exorcismo, dijo a medios periodísticos que su intención había sido quitarle a la monja el diablo del cuerpo. Indicó que habían tenido que atarla pues era violenta y se negaba a beber agua bendita. "Tengo miedo que si voy a ese monasterio, también me crucifiquen", dijo Ioan Hristea, de 52 años, un ex soldador que sufre de epilepsia y fue hospitalizado con Cornici.
En Perieni, la aldea natal de Cornici, sus familiares exigieron justicia. "Ella fue desfigurada, se le hicieron marcas en las manos, en los tobillos y en el estómago", dijo su tía, Anisoara Antohi, que estaba de pie junto a su tumba. Cornici, que ingresó al convento pocos días antes de ser llevada al hospital, deja una familia compuesta por su madre semi paralítica, su padrastro y dos hermanas. "Ella era una buena muchacha. Lo que le hicieron fue cruel, muy cruel", dijo su tío abuelo Gheorghe Antohi, de 53 años. Aquellos que la mataron "tendrían que ser crucificados como ella", añadió.