En el lugar del pueblo de Coba, llamado "O Outeiro Grande" hay un círculo formado por robles (en gallego "rebolos") y en su centro una peña. Se le llama "A Roda Dos Rebolos".
Dícese que un hada vive dentro de ese círculo debajo de la peña y cuando sale al mundo exterior se forma como una muralla o pared mágica entre estos árboles que nada puede traspasar. También se dice que si estás dentro de este circulo mágico y el hada quiere, cierra la pared y nada ni nadie puede salir.
Cuéntase que hace muchas generaciones, un mozo en una fría noche de luna invernal huyendo de una manada de lobos que le perseguían desde la Fraga, acertó a pasar por la "Roda dos Rebolos" y se subió a la peña que está en su centro para, empuñando su lanza, poder defenderse mejor. Los lobos rodeaban el círculo de robles pero no se atrevían a acercarse, parece que tenían miedo, pero no del valor del hombre y de su lanza, sino de alguna fuerza del más allá. El hombre le tiró una piedra al lobo que estaba mas cerca con la intención de espantarlo, pero la piedra chocó contra una pared invisible entre dos robles y provocó una luz como la de un rayo pero sin trueno. Los lobos se espantaron tanto como el hombre y decidieron retirarse un trecho y esperar. Aunque el hombre intentaba permanecer en vela, no pudo evitar caer profundamente dormido. Cuentan que en su sueño vio una doncella muy bella, como un hada, que estirando los brazos en cruz gritaba "abre", y una pared sutil hecha como de viento que iba de árbol a árbol desaparecía. La doncella salió del circulo, y dirigiéndose de nuevo hacia el interior, levantando los brazos gritó, "pecha". La pared de viento volvió a aparecer.
Al amanecer se despertó sobresaltado, pero los lobos ya no estaban. El hombre lanzó otra piedra y temeroso del rayo ocultó el rostro entre sus brazos para protegerse, pero esta vez nada sucedió. Dudando, probó de lanzar otra piedra y pudo ver como pasaba entre los robles sin problemas. Se acercó muy despacio con su lanza bien aferrada. Pasó temeroso entre los dos robles entre los que antes estaba la mágica pared que producía rayos. Pudo llegar sano y salvo al Castro de Coba y contó lo que le había pasado.
Pasar por debajo de una escalera da mala suerte: elimina toda la posibilidad de casarse durante ese año.
Si alguien, por despiste, ha traspasado el nefasto triángulo, tiene numerosos recursos para conjurar la mala suerte: hacer el signo de la figa, cruzar los dedos hasta ver un perro, escupir tres veces a través de los escalones o una vez por encima del hombro derecho, escupir en el zapato y continuar el camino sin volverse hasta que la saliva esté seca.
Con respecto a las escaleras que unen dos pisos, se recomienda hacer el signo de la cruz al pisar el primer escalón para evitar un tropezón. Caerse por una escalera es de buen augurio si ocurre subiendo, pero un mal presagio si es bajando. Cuando a mitad de las escaleras se acuerda uno de que ha dejado olvidada alguna cosa, se recomienda primero subirlas todas y luego bajar por ella, para evitar la mala suerte.
La mala suerte de esta superstición se debe a que cuando la escalera se apoya contra la pared forma un triángulo, que la tradición popular identificó con el símbolo de la Santísima Trinidad. Antiguamente el pueblo llano pensaba que estaba prohibido pasar por debajo de este arco sagrado.
Nunca ha de abrirse un paraguas en el interior de la casa, ni siquiera en un recinto cerrado y tampoco en el vestíbulo o porche de cualquier lugar. Contravenir este precepto da rienda suelta a un mal que, en ocasiones, puede desencadenar la muerte. Esta superstición es relativamente reciente, puesto que los paraguas, como tales, no fueron introducidos en Europa hasta el siglo XVII.
Si el paraguas se nos cae, anuncia una decepción en el plano amoroso o de los negocios. En este caso, ha de ser siempre otra persona la que lo recoja del suelo para, de este modo, evitar el riesgo.